San Martin y las bibliotecas:
Desde hacía algunas décadas, Buenos Aires había dejado de ser aquel poblado tranquilo En los primeros años del siglo XIX, los intentos invasores británicos y las novedades que llegaban desde España, ligados a una realidad social y económica habían comenzado a trastocar aquella tranquilidad.
Bien entrado 1810,
los días de guerra ya estaban en marcha y ello intranquilizaba a algunas de las
más importantes figuras de la elite criolla.
Ante la evidencia
de la excesiva concentración de jóvenes en las tareas de la guerra, la Junta de
Gobierno creó entonces la Biblioteca Pública de Buenos Aires, por decreto del
13 de septiembre de 1810. Estaba relacionada esta iniciativa con otras
impulsadas por Mariano Moreno, como la creación de un órgano de publicidad de
la Junta –La Gazeta de Buenos Aires- y la traducción y edición de El
Contrato Social, de Jacques Rousseau.
La idea, en verdad,
no había nacido de la nada. Ya hacia fines del siglo XVIII, el obispo de la
diócesis de Buenos Aires, Azamor y Ramírez, había pensado en ello, y en función
de este objetivo, al fallecer, donó su biblioteca a la curia eclesiástica.
Fueron justamente estos fondos unos de los primeros en llenar las estanterías
de la nueva biblioteca pública. Asimismo, se expropiaron los libros de varios canónigos
realistas, mientras otros patriotas donaron los suyos, como Manuel Belgrano.
En esta ocasión, recordamos
las palabras de José de San Martín cuando decidió destinar los 10.000 pesos que
el Cabildo de Santiago de Chile le había entregado por la victoria de Chacabuco
para la creación de una biblioteca en esa ciudad.
Fuente: Felipe Pigna, Los
Mitos de la Historia Argentina 2, Buenos Aires, Planeta, 2005, pág. 49.
«Las bibliotecas,
destinadas a la educación universal, son más poderosas que nuestros ejércitos
para sostener la independencia.»
José
de San Martín
Más tarde, por el decreto del 14 de
septiembre de 1822 que fijaba la fecha de los actos de inauguración de la
Biblioteca Nacional de Lima, San Martín señalaba:
«Los días de estreno
de los establecimientos de ilustración son tan luctuosos para los tiranos como
plausibles a los amantes de la libertad. Ellos establecen en el mundo literario
las épocas de los progresos del espíritu, a los que se debe en la mayor parte
la conservación de los derechos de los pueblos. La Biblioteca Nacional es una
de las obras emprendidas que prometen más ventajas a la causa americana. Todo
hombre que desee saber, puede instruirse gratuitamente en cuanto ramo y materia
le convenga.»
Fuente: www.elhistoriador.com.ar
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